Pastores y labradores luchan a muerte por recursos naturales en Congo

República Democrática del Congo, 22 de abril/Notimex. Alrededor del Hospital de Bunia, la capital de la provincia congoleña de Ituri, hay un campamento que alberga a más de 10 mil personas. Son cientos y cientos de tiendas de campaña azules y blancas, una al lado de la otra, que conforman una pequeña ciudad con sus propios usos y sus propios representantes.

Se llama Site 1 y es el campamento para desplazados más grande. Se creó después del enésimo conflicto tribal en Ituri, que comenzó en diciembre pasado y que tiene como protagonistas a dos de los principales grupos étnicos locales: los Hema y los Lendu.

«El Site 1 -explica el Pastor Bingi, coordinador de la ONG congoleña Ligue Anti-Sida en Ituri (LASI)- nació el 4 de febrero, cuando comenzaron a llegar los primeros desplazados de Djugu y sus alrededores”.

Refiere que “se instalaron a lo largo de la valla del Hospital General de Bunia porque entre ellos había enfermos y la administración local les dio permiso para colocar ahí las tiendas. Según nuestros registros, actualmente son 10 mil 35 personas, mayoritariamente de etnia Hema».

Es la ONG del Pastor Bingi la que recibió el encargo del gobierno provincial de administrar la ayuda en el campamento Site 1. Son socios de LASI, entre otros, el Programa Mundial de Alimentos (PAM) y Oxfam. Para distribuir mejor los alimentos, el Pastor dividió personalmente el campamento en 10 bloques e hizo que cada comunidad eligiese a un representante.

«Estas personas -continúa el religioso- me comunican las protestas de los desplazados, y yo las anoto y se las paso a quien corresponde. Son personas exhaustas, que perdieron todo lo que tenían, están al límite. En resumen, es una bomba de relojería: hace tres semanas un policía fue asesinado dentro del campamento».

Los Hema, que históricamente eran pastores, y los Lendu, que eran agricultores, son enemigos desde la época de los belgas. Los colonialistas favorecieron a los primeros, cosa que provocó los resentimientos de estos últimos.

El trato desigual duró décadas. Desde los años 70 hasta la década de los 2000 en Ituri se produjeron frecuentes conflictos que causaron miles de muertos y cientos de miles de desplazados.

Se trata de enfrentamientos entre grupos armados irregulares que se decantan por una etnia o la otra pero que en realidad están interesados en los grandes recursos naturales de esta provincia de más de 65 mil kilómetros cuadrados en el noreste del Congo.

El último conflicto entre los dos grupos étnicos se remonta al pasado 17 de diciembre, cuando dos chicas Hema fueron atacadas por dos hombres Lendu cerca de Djugu, la tercera ciudad más grande de Ituri.

Según las estimaciones de la ONU, actualmente las personas desplazadas diseminadas en campamentos oficiales e irregulares y alojadas en casas de familiares son 340 mil, alrededor del ocho por ciento de toda la población de la provincia.

Irene Goyi tiene más de 70 años pero menos de 80. No está segura, pues no tiene ningún documento que certifique su edad real. Rule, su pueblo, está a 95 km de Bunia, un tramo que recorrió a pie, atravesando bosques, ríos y territorios donde los milicianos mandan.

«Necesité una semana para llegar hasta aquí -dice la mujer en la puerta de su tienda- e hice el viaje con mi hermano menor y su familia. No teníamos alternativa: nuestro pueblo fue saqueado por los Lendu, quemaron nuestra casa con todas las cosas que teníamos dentro».

Irene y otras mujeres originarias de Rule prepararon hoy comida para las madres de los niños del campamento que hay al lado, en el hospital. El menú incluye arroz blanco y mandioca.

«Somos muy pobres -explica la anciana sonriendo mientras frota una olla con un poco de arena-, pero también somos muy solidarios entre nosotros. Si hoy le sucede algo malo a un conocido, no está dicho que mañana no vaya a pasarte a ti. Si no nos ayudamos entre nosotros, estamos acabados».

La crisis sanitaria también es preocupante. Las autoridades locales estuvieron en alerta por un aumento de los casos de cólera, que fueron rápidamente aislados.

Los desplazados en la ciudad de Bunia -cerca de 60 mil, según los datos de las agencias de la ONU presentes en el territorio- hicieron aumentar la población local en aproximadamente un quinto. El Hospital General tuvo que instalar barracones al lado de la sala de pediatría para atender adecuadamente a los recién llegados.

«Con la nueva ola de violencia -afirma Goderroy Bassar, el joven director del centro hospitalario- ingresamos a un gran número de personas desplazadas provenientes del área de Djugu”.

“Son los niños quienes más sufren al contraer enfermedades como la malaria, que puede degenerar en anemia y desnutrición severa. También tenemos desplazados con traumas graves que sufrieron durante la huida de sus atacantes y por los golpes de machete que recibieron», dice.

El machete. La historia de la República Democrática del Congo está plagada de una miríada de conflictos, tribales o no, perpetrados a golpes de este gran cuchillo de hoja puntiaguda.

En el Site 1 son muchas las personas que fueron marcadas o cuyas extremidades fueron cortadas con un machete.

Todos en el campo conocen la triste historia de las hermanas Grace y Rachel, de 11 y dos años de edad, respectivamente. Hace pocos días salieron del departamento de cirugía del hospital, donde entraron dos meses antes en estado muy crítico.

«Los Lendu -explica Charlotte Mauaso, la tía materna de las niñas- asaltaron Tchee, nuestro pueblo. Mataron a los padres y a los tres hermanos mayores de Grace y Rachel delante de sus ojos. Como no habían satisfecho su sed de sangre, le cortaron el antebrazo izquierdo a Grace con un machete, le hicieron heridas en la cabeza y la dejaron tirada en el suelo”.

“Luego pasaron a Rachel, a quien le cortaron la cara de mejilla a mejilla y la cabeza de oreja a oreja. Ahora ya no tememos por su vida pero están marcadas para siempre, nadie querrá casarse con ellas. Ya no tienen a nadie, así que soy yo quien las cuido», indica.

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