La brutalidad sexual es un arma de guerra en el Congo
Luca Pistone. (Especial). Goma, República Democrática del Congo, 21 de mayo/Notimex. En la región de los Grandes Lagos, la violación es una táctica de guerra muy común y efectiva, capaz de desbaratar pueblos y familias enteras.
La provincia de Kivu del Norte, en la República Democrática del Congo (RDC), es una de las áreas más afectadas por este fenómeno.
Para desestabilizar y mantener ciertas áreas bajo control, grupos armados integrados por congoleses y por hombres de países vecinos realizan violaciones masivas con total impunidad.
Antes de ser violada por unos paramilitares, Judithe Mugayo, de 57 años, tuvo que presenciar la muerte a golpe de machete de su esposo y de sus dos hijos. Desde entonces tiene severos trastornos de la memoria.
«No recuerdo cuándo sucedió», explica llorando, “tal vez hace 10 años. Solo sé que era de noche y que mi pueblo fue atacado por los rebeldes Mai Mai».
«Lloré desesperadamente -recuerda- y esos hombres me violaron por turnos, me golpearon. Todo mi cuerpo estaba cubierto por sangre y hematomas. Mi comunidad me rechazó porque había sido abusada por esas bestias».
«Fui al pozo en el bosque para tomar un poco de agua -dice Mamy Kahambu Kitja, de 35 años, madre de tres niños- y encontré a varios hombres armados que hablaban ruandés. Se llevaron todo lo que tenía y me dijeron que podía elegir entre morir o ser violada».
Mamy, con largas trenzas rubias, se considera muy afortunada. ¿Por qué? Porque a pesar de la vergüenza sufrida no fue expulsada de la comunidad.
«Cuando eres violada”, especifica, “estás marcada de por vida. Tu hombre se siente humillado, herido en el orgullo y te echa de casa. Todo el pueblo en el que vives te da la espalda, te considera una prostituta. Los más amables te llaman la violada. Me considero afortunada, porque mi esposo entendió la situación y me mantuvo con él».
Seis millones de muertos en 20 años de conflicto, genocidios silenciosos, alto al fuego nunca respetados, casi 140 grupos armados, masacres étnicas y saqueos, Sida y niños soldados. La RDC es el teatro de lo que probablemente sea la mayor tragedia de la historia desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Una tierra no apta para hombres y mucho menos para mujeres en cuyos cuerpos se concentran las peores atrocidades.
La violación se infiltró como un virus en la RDC durante la Segunda Guerra del Congo. Fue a finales de los años 90 que comenzaron a registrarse los primeros casos de mujeres estupradas y torturadas.
Una barbarie introducida en la región de los Grandes Lagos como arma de guerra y utilizada indiscriminadamente tanto por los rebeldes como por los bandidos comunes, las milicias armadas y las tropas gubernamentales.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), solo en 2015 se registraron más de 15 mil casos de mujeres abusadas, lo que significa un caso de violencia cada media hora.
A través del boca a boca, Mamy y Judithe aprendieron de la existencia de Synergie des Femmes pour les Victimes des Violences Sexuelles (SFVS), plataforma creada en 2002 y que agrupa a 35 pequeñas ONG con sede en Goma, capital de Kivu Norte locales.
La SFVS brinda asistencia médica, psicológica y legal a las víctimas de abuso sexual. Pero no se limita a esto. En el Mesón de Femmes, en el pequeño pueblo de Bulengo, a unos 15 kilómetros de Goma, SFVS enseña diversos oficios a sus asistidas y otorga microcréditos a aquellas que están dispuestas a iniciar un negocio.
Hoy, Mamy es una excelente tintorera de telas, mientras que Judithe cría pollos y cerdos. Pequeños pasos para volver a empezar una vida.
Específicamente, con respecto a la esfera médica, SFVS asume el coste de la reparación quirúrgica de la fístula rectovaginal, de las pruebas de VIH y del tratamiento de enfermedades de transmisión sexual.
En cuanto a la esfera psicosocial, ha creado 20 consultorios en los que se invita tanto a las víctimas como a sus familias, tratando de hacerles comprender que el rechazo no es la forma correcta de reaccionar.
La sección de defensa legal presiona a los tribunales ante los cuales se presentan los casos de las mujeres violadas y ha lanzado una intensa campaña para la creación de tribunales que se ocupen exclusivamente de violencia sexual.
Reinserción social: SFVS organiza cursos destinados a generar ingresos, a saber, de teñido, costura, calzado, ganadería y agricultura.
«Durante nuestros cursos de capacitación profesional», explica Justine Masika, presidenta de SFVS y ganadora, en 2008, del prestigioso premio Dutch Human Rights Tulip Award, “observamos que nuestras mujeres hablan de los traumas que vivieron”.
“Entienden que no están solas, que hay otras mujeres que han sufrido el mismo trauma y que pueden superarlo de alguna manera”, dice.
“Claramente trabajamos sobre las consecuencias de la violación, pero en los últimos años nos hemos dado cuenta de que es necesario intervenir sobre la base de este mal, es decir, trabajar sobre las causas que hacen de la violencia sexual un fenómeno tan extendido», agrega.
«Para frenar este crimen -continúa la líder de SFVS- debemos combatir la impunidad de la que gozan los violadores; involucrar más a los políticos e inversionistas extranjeros para poner fin al saqueo de las materias primas y, por lo tanto, a los conflictos del subsuelo que desgarran nuestro Congo”.
“Además –señala- debe entenderse que la violación no solo destruye el físico de quienes la sufren, sino a toda la sociedad”.
“Las mujeres, después de ser maltratadas, son consideradas culpables por lo que les sucedió: son rechazadas por sus maridos y sus niños quedan abandonados a sí mismos. El camino es largo y cuesta arriba, pero somos mujeres y, como todos sabemos, las mujeres pueden tener éxito en todo», enfatiza Masika.