Las prisiones mexicanas y la Santa Muerte
México/Notimex. En las cárceles mexicanas una imagen resalta entre la penumbra. Su figura, plasmada en la piel o en un pedazo de madera, es motivo de devoción. La “Niña Blanca”, formalmente conocida como la Santa Muerte, es la encargada de brindar protección y consuelo en la soledad del encierro.
A diferencia de las religiones tradicionales como la católica, el culto a la Santa Muerte en estos espacios se vive en la marginalidad, en el alma y en el cuerpo. Se cree que en la reclusión comenzó la veneración a la “Madrina”, como también se le conoce.
En entrevista con Notimex, el investigador, Adrián Yllescas Illescas, relató que durante su indagación plasmada en el libro “Ver, oír y callar. Creer en la Santa Muerte durante el encierro”, descubrió que la devoción a esta imagen genera en los presos un sentimiento de identidad y protección para “soportar” lo que viven día tras día.
Comentó que durante sus visitas al Centro Varonil de Reinserción Social (Cevareso) de Santa Martha en la Ciudad de México, pudo constatar la discriminación que padece este culto, pues los internos únicamente pueden venerar a la “Niña Blanca” en los confines de sus celdas.
“En los espacios públicos de la prisión había dos capillas católicas y se supone que como institución laica no se puede permitir esto, pero las autoridades penitenciarias me dijeron que sí se podía porque son asociaciones religiosas aprobadas por el Estado y que además los reos dieron dinero para construirlas.
“Al cuestionarlas del por qué no podía haber un altar de la Santa Muerte en espacios como el patio o los lugares de visitas, dijeron que no, porque eso ‘hablaría de la mala conducta de los internos’ y que esa imagen se asociaba con ‘la violencia’”, recordó.
No obstante, en los espacios “privados” de las prisiones, la flexibilidad de las autoridades para levantar altares dedicados a este culto quedó de manifiesto hace algunas semanas cuando se dio a conocer el hallazgo de un altar en el extinto penal de Topo Chico en Monterrey.
A través de videos que circularon en redes sociales, se observó como una celda fue convertida en altar donde figuras de la “Niña Blanca” de todos tamaños convivían junto a ofrendas dejadas por los internos, incluso, se podía apreciar un sillón negro con las iniciales “SM”.
Para Adrián Yllescas el estigma que rige la creencia en esta imagen, es decir, el relacionarla con la violencia, la delincuencia y el satanismo, tiene un tanto de verdad y otro poco de perjuicios.
“La constante de los devotos a la Santa Muerte tiene que ver con que sus vidas están en riesgo, ya sea por ser delincuente o incluso policías, entonces recurren a una deidad que simboliza la muerte para buscar protección”, mencionó.
Agregó que, además, la creencia en la “Madrina” no está peleada con la práctica o identificación con otras religiones “permitidas” por el Estado y socialmente aceptadas o toleradas.
“Este culto se mezcla con otras creencias, no es que sean sólo devotos de la Santa Muerte, pueden tener cruces con la Santería, con la creencia en el diablo o en la Virgen de Guadalupe.
“La gente que vive en prisión convive con la muerte, no solo porque un motín o un atentado pueda ocasionar su fallecimiento, sino también está la muerte civil, por ejemplo, el olvido de sus familiares, y una forma de resolver esto es tener fe en varias creencias”, dijo.
Sostuvo que la devoción que los reclusos sienten hacia la Santa Muerte puede incluso frenar altercados entre “hermanos de fe”, lo que de alguna forma puede apaciguar la violencia en prisión.
“La identidad que genera este símbolo es que da protección, es decir, si tú eres de la Santa Muerte y yo también, pues evito lastimarte porque de una forma eres hermano de creencia y tampoco voy a ‘picar’ la imagen de la Santa Muerte que llevas tatuada’”, explicó el investigador.
Para muchos prisioneros, el poseer una figura tallada en madera de la “Niña Blanca” no es una posibilidad latente debido a carencias económicas. Sin embargo, recurren a una adoración aún más significativa que podría salvaguardar de un momento a otro, su bienestar y su vida.
“Si traes tatuada la figura esto habla de un compromiso que tienes con ella, hay un proceso simbólico material que se ve reflejado y no sólo de palabras, y eso permite que en un sistema donde todo es hacinamiento y violencia, este tipo de corporalidades ejerza una forma de autocontrol entre los creyentes”, apuntó.
En este sentido, Yllescas contó la historia de una chica transgénero quien tenía miedo de lo que podía sucederle cuando los internos le dieran la “bienvenida” al penal.
“Madrinita ayúdame para que no me pase nada, para que no me vaya mal en la ‘bienvenida’”, rezó la joven. Momentos después cuando le tocó su turno para ser recibida por los internos, al verle el tatuaje de la Santa Muerte, le dijeron “no pues llégale”. Su “Madrina” le había cumplido, recordó el investigador.
De acuerdo a sus indagaciones, puntualizó Yllescas, el culto a la Santa Muerte es una constante en todas las cárceles mexicanas en donde gran parte de los reclusos la venera. Ella es la luz entre la penumbra del encierro.