Las lesbianas somos disidentes del patriarcado
Filóloga de profesión, la cubana Teresa de Jesús Fernández conoce el poder de las palabras. «Nombrar las cosas» es una máxima que defiende, pues «aquello de lo que no se habla, no existe».
El suyo es uno de los rostros más visibles en Cuba en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Activista y coordinadora de la Red de Mujeres Lesbianas y Bisexuales en el país, acude a una sola palabra para definir la violencia que ellas sufren: el silencio. Un silencio, enfatiza, arraigado en el patriarcado.
«Aquellas mujeres que, sin saberlo, perpetúan los modelos patriarcales son, en realidad, víctimas de un sistema que las ha enseñado a ser cómplices de su propia opresión», advierte en entrevista a SEMlac.
Teresa de Jesús asegura que las mujeres lesbianas son disidentes del patriarcado y ello está directamente relacionado con las violencias que sufren.
Ella, que se asume feminista, aboga por una educación que empodere a todas las mujeres a reconocer y rechazar las violencias patriarcales.
Inspirada en las palabras de Simone de Beauvoir, nos recuerda que «mujer no se nace, se hace», e insiste en que el camino para convertirse en mujer es un proceso de aprendizaje constante, que desafía las lecciones impuestas por una sociedad que aún no permite a las mujeres ser ellas mismas, plenamente. «La lucha feminista es por la voz, la identidad y la libertad de todas», sostiene.
Ser consciente de su orientación sexual desde temprana edad, le hizo percibir ciertas injusticias, inequidades y violencias que, aunque sutiles, estaban ahí, en la cotidianidad. Ello la llevó luego a luchar y enfrentarse a estas realidades.
A sus 63 años, Teresa de Jesús reflexiona sobre su trayectoria y la importancia de luchar por aquello en lo que cree. Su compromiso con proyectos que trascienden su propia vida y el deseo de contribuir, aunque sea en pequeña medida, a la transformación de Cuba son pilares fundamentales en su vida.
«Sé que, en el arco de una vida, una no logra las cosas que quiere ver, o no puede realmente hacer todo lo que quiere, pero yo me siento bastante satisfecha, porque creo ser una persona que cumple con sus propios compromisos», afirma.
Su feminismo, explica, se gestó desde temprana edad, incluso antes de comprender el significado del término.
Creciendo en un hogar con tres mujeres y un hombre, desde muy joven cuestionaba las tareas y las expectativas impuestas a las mujeres en comparación con su hermano. «Recuerdo que dije: yo no acepto hacer nada que mi hermano también no tenga que hacer, ni tampoco acepto no poder acceder a algo que mi hermano sí pueda acceder», rememora.
«Esa rebeldía `primitiva´ reflejaba mi necesidad de equidad, no solo de igualdad, y esta noción se consolidó mediante lecturas y el estudio del pensamiento feminista, incluido el latinoamericano», afirma.
A su juicio, es esencial visibilizar el feminismo defendido desde la perspectiva lésbica, así como la inclusión de otras voces y realidades dentro del movimiento.
Parte de reconocer que la segunda ola del feminismo en Estados Unidos fue crucial para la reivindicación de las mujeres lesbianas y para desafiar el feminismo clasista y excluyente, alzando la voz en nombre de las mujeres negras, latinas y empobrecidas. «La diversidad de perspectivas en el feminismo es fundamental para abordar las diferentes opresiones que enfrentan las mujeres», considera.
Nombrar sin miedos
Ella habla del poder del lenguaje, convencida de su valor para definir y hacer visibles las realidades. «El lenguaje no solo materializa el pensamiento, sino que define y nombra cosas. Las pone a la vista y eso es fundamental», destaca la activista.
«La lengua es un organismo vivo», reflexiona al referirse al lenguaje inclusivo y los criterios que lo minimizan o condenan bajo el argumento de que este afecta la lengua. «Como organismo vivo, se desarrolla, muta y cambia», explica.
«Nombrar y visibilizar las realidades que antes no se tomaban en cuenta, como la diversidad de género, es parte de ello», afirma Teresa de Jesús, para quien es preciso entender que el género tiene una cantidad de matices enormes y que se necesita también un lenguaje para expresar esa riqueza.
«El lenguaje inclusivo por sí solo no hará que las personas entiendan esas diversidades, pero las hace presentes», explica.
Reconoce que haber vivido la discriminación en primera persona, como mujer lesbiana, le dio un giro a su vida. Ese fue un momento decisivo en su vida, que la llevó a involucrarse en el activismo.
Durante su etapa universitaria, en el segundo año de su carrera de Pedagogía (1979-1980), tuvo que vivir procesos discriminatorios y excluyentes que entonces se promovieron en las universidades cubanas, lo que repercutió en que no pudiera continuar con estos estudios.
«Este episodio me hizo consciente de mi vulnerabilidad como mujer y como mujer lesbiana, en una sociedad machista y patriarcal», dice.
Pese a no haber sido «acusada directamente de lesbianismo», comprendió que su apariencia y su forma de vestir eran motivos suficientes para sufrir discriminación. «Me hizo pensar, primero, que yo no tenía que negarme y sí debía hacer algo que no permitiera, nunca más, que me pasara eso», enfatiza.
Aunque su prioridad en ese momento era graduarse de Filología -carrera a la que pudo ingresar gracias al esfuerzo de su familia- y evitar nuevas dificultades, su encuentro con Graciela Sánchez, una estudiante chicana que realizaba un documental sobre la homofobia en Cuba, fue otro punto de inflexión en su vida.
Titulado «No porque lo diga Fidel Castro» y estrenado en la pasada década de los ochenta, el documental abordaba el tema de la homofobia y Teresa daba en él su testimonio.
Después de graduarse, ganar un concurso para enseñar Lengua Española en universidades extranjeras y vivir durante 25 años en Italia, donde hizo activismo desde la asociación Italia-Cuba y grupos LGBTIQ+, Teresa de Jesús decidió regresar a Cuba. Fue entonces cuando comenzó a trabajar en la editorial del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Desde allí asumió la coordinación de la Red de Mujeres Lesbianas y Bisexuales del país, entonces integrada por cuatro grupos y actualmente con presencia en todo el país y trabajo destacado en Santiago de Cuba, Pinar del Río, La Habana, Cienfuegos y Santa Clara.
En esa labor notó el valor de los talleres que se realizaban para «la formación y concientización de las mujeres lesbianas, sobre la violencia que enfrentan y reproducen». Con el tiempo, las propias activistas de la red han tomado la iniciativa de proponer y desarrollar los temas que más necesitan y les interesan.
El silencio es la mayor violencia
Vivir bajo la constante necesidad de evitar suspicacias y vigilando tu propia forma de actuar, de decir, es una experiencia desagradable e injusta, reflexiona. Esa es una experiencia sistemática para muchas mujeres lesbianas que buscan evadir el rechazo y la discriminación.
«El silencio es la forma más extrema de violencia», afirma Teresa de Jesús al referirse al borrado histórico que han enfrentado las mujeres lesbianas. «Ellas han sido doblemente afectadas, ya que a menudo se enfatiza en solo una parte de su identidad, para negar una parte de su vida fundamental: la sexualidad», precisa.
«El hecho de tener que negar tu orientación sexual es una experiencia terrible, ya que implica silenciar y negar una parte importante de una misma», agrega.
Para ella, uno de los mayores desafíos que enfrentan en Cuba las mujeres lesbianas es la necesidad de educar a la sociedad en la diversidad y el respeto.
Todavía se precisa garantizar un entorno escolar inclusivo, donde niños y niñas con padres no heterosexuales dejen de ser objeto de burlas o acoso, explica. Para ello se impone eliminar estigmas y prejuicios referidos a esas relaciones, tanto en el imaginario colectivo como en los procesos legales y administrativos, advierte.
Otro reto que identifica es el acceso a la atención médica, sin prejuicios ni estigmas. «Muchas mujeres lesbianas mueren por cáncer de útero porque evitan ir al ginecólogo, debido a experiencias previas de maltrato», señala.
Se necesita representar a las mujeres lesbianas en los distintos espacios, de manera natural y sin estereotipos. Existen diferentes formas de ser mujer lesbiana y todas deben ser legítimas y respetadas, apunta.
En su opinión, la academia y la literatura científica tienen una deuda al abordar las realidades. «¿De qué se enferman las mujeres lesbianas? ¿De qué mueren? ¿Cómo es su sexualidad realmente? ¿Cómo son sus soledades? ¿Cómo sus angustias y alegrías? Somos realmente desconocidas», opina la activista, quien lamenta la falta de investigación y voluntad para abordar estos temas.
A nivel mundial, la mayor parte de la literatura que aborda la realidad de las mujeres lesbianas ha sido escrita e investigada por ellas.
Aunque reconoce avances en el ámbito político y legal -con la introducción de postulados importantes en la Constitución, el Código de las Familias y otras normativas, con incidencia política y la posibilidad de generar cambios a nivel de políticas públicas-, le preocupa el resurgimiento de fundamentalismos religiosos y discursos de odio, en momentos de crisis y carencias.
«Estos discursos retrógrados y misóginos van en contra del progreso de los derechos de la población LGBTIQ+ y de toda la sociedad», advierte. Como consecuencia, los grupos más vulnerables, como las mujeres lesbianas, sufren las primeras consecuencias.
«Los dogmas son peligrosos. Las personas tienen que tener la fuerza de la libertad del pensamiento, de la comprensión. Y eso hay que enseñarlo», sostiene.