Con el corazón hecho pedazos, madre reconoce que su hijo adolescente fue instrumento de vida

Yhadira Paredes/Xalapa. Con una mano abraza fuertemente la fotografía de “su bebé” con la otra empuña con toda su fe el crucifijo de un rosario que cuelga de su cuello y con firme, sin titubear, asegura que Héctor Jhoet fue el instrumento para dar vida a otras personas que lo necesitaban.

 

A sus 16 años, tras sufrir un accidente de motocicleta el pasado 15 de septiembre, tras pasar una tarde con sus amigos, los médicos le dieron a la familia Montano González la noticia más dolorosa y que ningunoa padres deberían recibir “su bebé” no despertaría jamás.

 

En la casa de esta familia, en la congregación Palmarejo, municipio de Emiliano Zapata, solo los recuerdos de las risas, cantos de Héctor se quedaron, impregnados en un suave aroma de paz.

 

“Mi hijo era un niño muy alegre, amiguero, en los pueblos cercanos tenía muchos amigos, siempre andaba cantando, bailando, era la chispa de esta casa, contrario a su hermano, mi hijo mayor, él es muy serio, mi hijo era feliz”.

 

A Héctor, dice Juana quien toma de la mano a su esposo, le encantaba la cacería y todo lo que tuviera que ver con ella.

 

El pasado viernes 15 de septiembre recibió la noticia del accidente, ella, valiente como es, llegó al lugar y encontro a su pequeño de 16 años mal, aunque logró hablar.

 

“Cuando yo encontré a mi hijo, lo encuentro mal, pero hablaba, logró hablar, al llegar al hospital desmejoró, lo intubaron, nos dijeron los doctores que había que llevarlo a Veracruz, pero yo ya veía a mi hijo mal”.

 

Se refugia en su fiel creencia de que la muerte de su hijo fue un milagro de Dios, una obra del Espíritu Santo, que Héctor fue el instrumento para dar vida a otras personas que lo necesitaban.

 

El sábado 16 los médicos le dicen que lo trasladarán a Veracruz Puerto a hacer un estudio, su familia, amigos, vecinos y hasta desconocidos oraron por él, con la esperanza de que algo pasara, que les dijeran que había una operación, pero no fue así.

 

“Yo tenía una esperanza de que al hacerle un estudio nos dijeran de una orperación, pero al llegar al puerto, veo un espectacular muy grande de que en Veracruz se donan órganos. Volteé al cielo y dije Señor tu tienes esta misión, al ver eso,  solo dije, en tus manos está”.

 

Para ese sábado, los médicos les informan que el adolescente ya tenía muerte cerebral, el domingo a las 9 de la mañana les hablaron de la donación, una situación muy dificil para todos, para ella, su esposo y su hijo mayor.

 

“Fue una decisión muy dificil, pero en ese momento yo les decía, cómo desearíamos que hubiera un cerebro para él. Se decidió ser empático y que esos órganos sirvieran, esto no es obra de nosotros, de Dios, tanto así que se hicieron varios milagros”.

 

Fueron seis personas los que recibieron uno de los órganos provenientes de Héctor, seis persnas que hoy tienen una nueva oportunidad de vida.

 

Pero además de la dificil decisión de donar los órganos, la familia Montano se enfrentó a trámites burocráticos interminables ante la Fiscalía General del Estado, el Registro Civil del Estado, el propio hospital.

 

“Eso no nos dijeron, nos avisaron de la muerte cerebral a las 11 de la noche del sábado; el domingo a las 9 o 10 de la mañana nos hablan de la posibilidad; nosotros decidimos a la una de la tarde, ahí empezó el calvario, para mi esposo, íbamos a la Fiscalía, mucho trámite, nos entregaron su cuerpo a las 11 de la noche del lunes”.

 

Reconoce que es necesario que las autoridades hagan leyes más humanas para la donación de órganos, pues para la familia donante es muy desgastante, tanto física como moralmente.

 

Sin embargo, a pesar de la tortura, lo dificil del proceso Juana todavía tiene la voz firme para gritar “Gloria Dios, mi hijo no ha muerto, mi hijo vive, la misión de mi hijo era trascender, mi corazón está hecho pedazos pero fortalecido con el amor de dios, segura estoy de que esta gozando de la vida eterna”

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