Maximina prefiere vivir en asilo que con sus hijos; sufría maltrato

Juan David Castilla. Xalapa, Ver. 25 Diembre 2018. La señora Maximina Graciela Rodríguez Páez llegó hace tres meses a la casa hogar “Mariana Sayago”, debido a que sus familiares la maltrataban.

A sus 80 años, prefiere estar en un asilo que con sus parientes.

Quedó viuda y sus seis hijos se casaron; hicieron su propia familia y se alejaron.

“Yo estaba solita y me maltrataban mis hijos, se enojaban conmigo. No me daban dinero para comer, no… mejor no le digo. Faltaba dinero, a veces no había ni para el desayuno”, relata.

La mujer de ojos azules es originaria de la Ciudad de México. Viajó a la capital de Veracruz para pasar más tiempo con su hija.

Sus hijos se encuentran en distintos puntos del país. El mayor vive en Toluca y la menor en Las Trancas. Doña Maximina desconoce el paradero de los demás.

“La Menor viene a verme, pero a veces porque también cómo se casó con un hombre viejito, lo tiene que cuidar mucho, como si fuera un bebé”.

“LA LIEBRE” 

Ella se siente fuerte, pese a las arrugas en su rostro y las canas de su pelo que combinan con su blanca piel.

Y es que por lo menos una vez por semana es llevada a correr al Estadio Xalapeño “Heriberto Jara Corona” por personal de la casa hogar.

Le dicen “la liebre” por la velocidad que alcanza al correr, pese a su edad.
Además, casi siempre debió trabajar para el sustento de su familia, pues su marido era alcohólico y no le daba dinero para comprar alimentos.

“No me daba dinero, yo lavaba ropa en el río y luego él un día no pudo subir a la casa, vivíamos en un cerro, se murió de frío mientras estaba borracho. Yo tuve que vérmelas como pude para mantener a mis seis hijos”.

MEMORIA FUGAZ 

Dos trenzas cuelgan en los hombros de la mujer. Se siente feliz en el asilo “Mariana Sayago”; afirma que la tratan bien y la dejan cantar, bailar y divertirse. Todos los géneros musicales son de su agrado, sobre todo el chachachá, mambo, cumbia y el danzón.

Lo único preocupante para ella es su memoria. A veces no recuerda si comió, se bañó o en qué día vive.

También entristece porque sus familiares no la visitan y carece de dinero para viajar y encontrarse con ellos.

Sin embargo, prefiere festejar la Navidad y el Año Nuevo con sus 54 compañeros residentes de la casa hogar que con sus hijos.

Y es que los encargados del asilo siempre les organizan un convivio durante estas fechas para que se sientan como en casa y disfruten del festejo, aunque estén lejos de sus familias.

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