Mozart desempaca su corazón

México/Notimex. En su novela El corazón es un cazador solitario, el estadounidense Carson McCullers (1917-1967) nos describe a la niña Mick y su fina sensibilidad hacia la música. Los domingos por la tarde Mick se sentaba en los peldaños frente a la habitación de una de las inquilinas de su casa a escuchar las transmisiones musicales de la radio desde New York.

La música clásica era lo que mejor recordaba, “en especial la música de cierto individuo que hacía encogerse el corazón cada vez que la escuchaba. A veces la música de este tipo sugería coloreados y diminutos trozos de caramelo y, otras, era lo más suave y triste que nunca hubiera imaginado”.

Se trata del inasible y tangible poderío de la vivencia musical pero, más aún, de la música misma, de esa expresión humana que a través de los sonidos nos cautiva y deleita, nos transporta y nos conforta, nos arrebata al ámbito simultáneo de la tristeza y de la felicidad. Nada conmueve más a quienes nos desempeñamos como exponentes de ese preciado arte que encontrarse con receptores de esta manifestación humana que, como Mick, viven de maneras intensas y profundas la experiencia musical.

El programa de Consortum… subraya la generosidad de la música mozartiana a través de cuya cantabilidad melódica, fluidez orgánica, vitalidad rítmica y enorme sensibilidad, Mozart parece estar desempacando su corazón para nuestro superior disfrute.

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