Niños de primer año acuden emocionados a clases

Juan David Castilla Arcos. Xalapa, Ver., 20 de agosto de 2018. Rafa, desconfiado, miró a su maestra dos veces de arriba a abajo antes de entrar a un salón de clases por primera ocasión en su vida.

La noche anterior estaba emocionado. Su deseo por ir a la escuela persistió hasta la mañana del 20 de agosto.

Se despertó más temprano que nunca. Apuraba a su papá que lo llevara al colegio. 

A sus tres años, parecía estar dispuesto a alejarse de sus padres para conocer gente nueva y convivir de manera estrecha con niñas y niños de su edad.

Su madre, Valeria Carmona, casi llora al dejarlo en el jardín de niños Pestalozzi, ubicado en la calle Justo Sierra del centro de Xalapa.

Ella, emocionada por el gran paso de su hijo, recuerda que el semblante de Rafa cambió con la presencia de decenas de infantes desconocidos.

Había muchos papás con prisa. Los niños corrían de un lado a otro sin parar. La Directora tomó el micrófono, su voz de escuchaba en todo el plantel. Rafa parecía alterado, asustado. 

“Iba contento en el camino, no se venía nada nervioso, sólo cuando llegamos a la escuela como que se espantó. Hizo unos pucheros”, narra la mamá. 

Otros menores lloraban al interior de los salones. No querían separarse de sus padres. 

Rafa actuó distinto; sin embargo, sus papás evitaban el llanto de los demás, para que no le dieran ganas de lagrimear.

Separación 

La joven de 28 años sentía mariposas en el estómago. No quería dejar a su hijo más pequeño con desconocidos. 

Él, temeroso, caminada de la mano de sus papás, en los pasillos de la escuela. 

Los tres se contagiaban el nerviosismo. Todo era nuevo para el pequeño. 

Rafa paralizó su cuerpo cuando topó de frente a su maestra. Su seriedad era notoria. 

“Al momento que vio a la maestra, se quedó serio, mirándola de arriba a abajo como dos veces y creo que la aceptó, porque la maestra le preguntó su nombre y él contestó: Rafa, serio pero le contestó”.

El estudiante de nuevo ingresó al preescolar repartió besos a mamá y papá, para despedirse.

Cuando por fin entró al salón, dos niñas no dejaban de llorar. Las miró detenidamente. Su niñera lo tomó de la mano y le guió hasta su asiento. 

“La verdad sí lo vi tranquilo. Se sacó un poco de onda al ver tanta gente porque habíamos muchos”, recuerda Valeria.

Rafa, al ser de nuevo ingreso, le permitieron acudir a clases sin uniforme. Portaba un suéter gris con cuello v, playera amarilla de manga larga, pantalón de mezclilla, botas color caqui y una pequeña mochila con tirantes anaranjados. 

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba